miércoles, 11 de marzo de 2009

La Atlántida

Te narraré una historia:
"Hace mucho, mucho tiempo existió en lo que hoy es el Océano Atlántico una majestuosa ciudad regida por un hombre sabio y poderoso. Esa ciudad estaba rodeada de murallas casi infranqueables que la protegían del exterior. Eran paredes concéntricas que tenían por finalidad atrapar entre sus líneas la mayor cantidad de agua posible, que mediante un sistema especial era filtrada y desalinizada a fin de proveer de agua a la ciudad. Esa agua se obtenía del mar. Esa isla-ciudad en un día, en uno solo, desapareció de la faz del planeta tragada por esas mismas aguas que la cercaban. Su nombre no era Atlántida como la conocen ahora, sino Argón; de allí vienen los famosos argonautas, que quiere decir: hombres que vienen del mar. El rey poderoso y sabio dejó un día de serlo; se hizo ávido, codicioso de las riquezas ajenas, cambió su bonanza en intemperanza, su riqueza interior en riqueza exterior y con su actitud contaminó a todos sus súbditos. Eran una raza especial, elegida, que había sido creada a imagen de los mejores sabios del Universo. Pero un día fracasó y fracasaron también los intentos de devolverlos a la senda del bien."
Existieron miles de ciudades que luego desaparecieron. Tu mundo ha sido habitado y deshabitado miles de veces y aún ahora el ser humano no ha aprendido nada. Sigue codiciando, envidiando, asesinando por placer y a mansalva. Podría haber sido ésta, tu Tierra, un lugar elegido para restaurar la raza de los primeros argonautas. Pero sencillamente el hombre no responde a ninguna de las pautas sublimes que se le plantean. Deberá sacrificarse hasta la semilla buena con tal de que no se reproduzca la mala. La humanidad ha sido sacrificada miles de veces en aras de las buenas semillas y sin embargo ha vuelto a multiplicarse. No siempre es posible extirpar los males de raíz. No siempre de una buena semilla nacen brotes tiernos, derechos y sanos. Esto nos lleva a que a veces se plantea la necesidad de extirpar brazos secos cuando ya no dan frutos. Cuando se tiene una conciencia universal y cósmica, se pierde el detalle para ir a lo grande, a lo esencial, a lo primario. ¿Qué harías tú si tuvieras una planta con varios gajos infectados por plagas? ¿Acaso no los extirparías? En escala gigantesca, todos ustedes son plantas, muchas infectadas, muchas ofenden a la planta misma. ¿No crees que es mejor podarlas antes que permitir que degeneren?"

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