Antes los hombres eran tan buenos como los de ahora y tan malos también, sólo que desconocían la tecnología que depuró el terror y las torturas. Antes era al pan, pan y al vino, vino. Ahora hay leyes, juicios, trampas que permiten a los hombres pagar o no pagar sus crímenes. Quizás fuesen más puros al ser más ignorantes, pero sentían igual. Al no confiar en la palabra dicha oralmente los más sabios decidieron que debían inventar algún sistema que les permitiera proteger del tiempo los hechos que ellos vivían y que se producían. Comenzaron a experimentar con símbolos gráficos y luego los perfeccionaron. La palabra escrita tal como la conocen ahora es netamente propiedad del ser humano terrestre. La idea, no.
Imagínate que al principo de los tiempos de la Tierra, cuando el hombre recién surgía proveniente de otros cielos, había ya en esos seres que portaban la semilla, demasiada información biológica con respecto al nuevo ser que iba a habitar este planeta. Ya desde entonces se conocían cosas que aún hoy, en este tiempo, se desconocen. Al necesitar comunicarse entre sí no tuvieron mejor idea que practicar la escritura, no como se la habían enseñado sino su propia interpretación.
El hombre toma sólo lo que le conviene, el resto lo depura, lo analiza, descarta lo que no le conviene y asimila el resto.
El tema más importante a esconderse fue el origen del hombre. Si conociera de dónde proviene su especie seguramente se desilusionaría un poco. Él se cree algo celestial y divino y no sabe que es sólo parte del barro cósmico con que se hicieron todas las cosas y todos los seres. Debería admitir su pequeñez, su insignificancia y eso no va con su naturaleza. Él debe sentirse amo y señor de lo creado, si no, no es feliz. No es cuestión de maldad o bondad, es el hombre en sí y su naturaleza".